March 22, 2019
Varios rabinos judíos, han presentado un proyectado para la elaboración de una corona especial de oro, para recibir al Mesías en el momento en que haga su aparición.
Según el rabino Yosef Berger, la venida del Mesías se está acercando, por lo que se deben hacer preparativos físicos para su llegada. Con esta fabricación de la corona, realmente se cree que se podrían “acelerar” los tiempos.
El rabino Berger, un descendiente directo del rey David, explicó que la fundación del Estado de Israel y la Guerra de los Seis Días fueron milagros manifiestos y que hoy vivimos en el comienzo de la era mesiánica. Crear una corona así, dijo, y unir a 70 naciones del mundo en torno al proyecto, acelerará la llegada del rey.
“Durante 2,000 años, Israel ha esperado al ungido de Dios”, dijo el rabino Berger. “Como símbolo de nuestra creencia de que este período de espera ha finalizado, debemos preparar una corona, ya que el primer acto del Mesías, será restaurar la Dinastía Davídica, que será visiblemente diferente a cualquier otra realeza que haya existido”.
El rabino notó que se han realizado increíbles esfuerzos para prepararse para el Tercer Templo, y que todos los utensilios están listos, pero no se han hecho preparativos para el mesías que hará uso del Templo.
“Crear una corona para el rey no tiene precedentes”, dijo el rabino Berger. “Cuando todas las 70 naciones se unan en un acto de amor expresamente destinado al rey en Jerusalén, esto seguramente será respondido por nuestro Dios”.
El costo estimado de la corona, podría ser de unos 50,000 USD $, que junto con los preparativos para la construcción del Tercer Templo, representan un claro avance por parte del pueblo judío en cuanto al recibimiento de su mesías.
Lo que muchos Judíos no saben, es que ya el mesías vino a este mundo y que están a punto de coronar al Anticristo, del cual se hace mención en los textos proféticos de Daniel y Apocalipsis.
Juan 4:25-26 “Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
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Actualmente hay judíos que han aceptado a Jesús como el Mesías, pero sin embargo el porcentaje mayor de Judíos todavia siguen esperando al Mesías
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MESÍAS
Transliteracón de la palabra hebrea que significa "ungido" y se traduce al griego por Christos. Por lo tanto, "Cristo" o Mesías es un nombre admirablemente apropiado para expresar el vínculo de la iglesia con el Israel del Antiguo Testamento y también la fe que reconoce a Jesucristo como el Salvador del mundo.
El Antiguo Testamento y el trasfondo judio primitivo.
El termino "ungido" posee varios significados en el Antiguo Testamento. Todos tienen que ver con la acción de instalar a una persona en un cargo de modo que se la considere acreditada por Jehová, el Dios de Israel. Aun a un rey pagano como Ciro se lo calificó ungido de Jehová (Isaias 41:1) para llevar a cabo una tarea divinamente asignada. La aplicación común del término "ungido" les correspondía a los representantes de Dios dentro del pueblo del pacto. Profetas como Eliseo fueron apartados de esta manera (1 Reyes 19:16). Es probable probable que los Israelitas consideraran que existia una estrecha vinculación entre las personas ungidas y el espiritu de Dios, si bien la relación solo se menciona de manera específica en pocas ocasiones (2 Reyes 2:9). Los reyes israelitas fueron particularmente aclamados como ungidos de Yahvéh (Jueces 9:8), comenzado con Sául (1 Samuel 9-10) y especialmente refiriéndose a David (1 Samuel 16:6,13; 2 Samuel 2:4; 5:3) y Salomón (1 Reyes 1:39).
La familia real davídica pertenecia al linaje de los reyes israelitas, razón por la cual a sus integrantes se les da el título de "ungidos" (2 Samuel 22:51; 2 Reyes 11:12; 23:30; Salmo 2:2; 20:6; 28:8; 84:9). Por esta razón, el rey de Israel se convirtió en una persona sagrada a quien se debía tributar lealtad y respeto (1 Samuel 24:6,10; 26:9,11,16,23; 2 Samuel 1:14,16). El oráculo de Natán (2 Samuel 7:12-16) es importante dado que centra la esperanza de Israel en la dinastía de David para las generaciones subsiguientes.
El rey, especialmente en los Salmos, era idealizado como un hijo divino (Salmo 2:2,7; 2 Samuel 7:14) y gozaba de la protección de Dios. (Salmo 18:50; 20:6; 28:8). Su dinastía no fracasaría (Salmo 132:17) y se instaba al pueblo a orar a Dios a su favor (Salmo 72:11-15; 84:9). La caída de Jerusalén en el 586 a.C. provocó gran confusión, en especial cuando el ungido de Yahvéh fue llevado prisionero al exilio (Lamentaciones 4:20) y las naciones rechazaron su autoridad coo rey (Salmo 89:38,51). Esta humillación de la dinastía davídica desencadenó una serie de problemas para la fe de Israel, aun cuando se permitió que el pueblo regresara a la tierra. No se produjo ningún reavivamiento del linaje real davídico; sin embargo, esa restauración se convritió en el anhelo piadoso de los judíos tanto en el exilio babilónico (Jeremias 33:14-18) como en los siglos subsiguientes. Una de las expresiones más claras de la esperanza perdurable se encuentra en los Salmos de Salomon ( 17-18) (70-40 a.C.), un escrito judío acerca del Mesías como el hijo de David. Se lo describe como un príncipe-guerrero que expulsaría de Israel a los odiados romanos e instauraría un reino donde los judíos adruirirían dominio mundial.
Después del exilio el sacerdocio israelita adquirió prominencia. Ante la ausencia de un rey, el sumo sacerdote asumió un papel preponderante dentro de la comunidad. El rito de la unción constituía la señal externa de su autoridad para actuar como representante de Dios. Esa autoridad se remonta a la época de Aarón y sus hijos (Exodo 29:7-9; 30:22-33; Salmo 133:2). El sumo sacerdote era el sacerdote-ungido (Levitico 4:3,5,16) e, incluso en cierto aspecto, un mesías (Zacarias 4:14; 6:13: Daniel 9:25).
En los períodos exílico y posexílico, las expectativas sobre la venida de un Mesías adquirieron importancia fundamental. Esto se observa en las visiones de Jeremías y Ezequiel referentes a un Mesías en quien se combinarían los rasgos de lealtad y dignidad sacerdotal (Jeremías 33:14-18; Ezequiel 46:1-8; Zacarias 4:1-14; 6:13). Es evidente que las personas vinculadas con los Rollos del Mar Muerto podían combinar una esperanza dualista de dos Mesías, una primera figura sacerdotal y otra perteneciente a la realeza. La alternancia entre un Mesías reinante y un representante sacerdotal caracteriza los dos siglos del judaismo antiguo previos a la venida de Jesús.
El Mesías del judaísmo (משיח - Mashíaj o Moshíaj),1 tradicionalmente hace referencia a un futuro líder, un rey judío proveniente de la línea davídica (es decir, un descendiente directo del David bíblico), quien será ungido y por consiguiente el ungido del pueblo de Israel, e investido para gobernar tanto al pueblo judío como al resto de la humanidad.
Conocido como "Mashíaj Ben David", el rey en cuestión sería el segundo y último de los dos mesías esperados por el judaísmo. El primero, "Mashíaj Ben Yosef", junto con segundo (Mashíaj Ben David), estarían involucrados en la liberación del pueblo judío del exilio diaspórico y ello daría paso a la tan esperada Era Mesiánica, donde todas las naciones reconocen al Dios de Israel como soberano y reinan la paz y la justicia.
La creencia en un mesías hecho hombre (encarnado) no ha sido desde siempre parte del judaísmo. Los precursores de esta creencia fueron los fariseos (פרושים - perushím, herederos de los asideos), quienes se establecieron como grupo hacia el año 170 antes de la Era Común. Hoy en día las varias denominaciones judías tienen desacuerdos sobre esta creencia, especialmente acerca de la identidad y naturaleza del Mesías del judaísmo e incluso de sus funciones específicas en la redención de la humanidad.
Las ideas de Mesías y de Era Mesiánica son originalmente judías. La noción del Mesías del judaísmo se origina con los fariseos y es retomado en las escrituras de Maimónides, cuyas creencias sobre el Mesías están expresadas en su Mishné Torá. Allí se refiere a un rey judío, un líder humano aunque no divino, si bien estaría cercano a Dios, posiblemente como sucede en el caso de Moisés.
También se menciona a dicho Mesías en las plegarias diarias de algunos "sidurim", ya que para Maimónides es uno de los fundamentos de la vida judía el creer "con fe completa" en el advenimiento del Mesías, quien garantizará las fronteras bíblicas de la Tierra Santa prometida en la Torá a Israel, así como también la protección del pueblo judío.
Para algunas ramas minoritarias del judaísmo, especialmente la hasidí, el Mesías se manifestaría en la humanidad solo dadas ciertas condiciones, por lo cual cada generación generaría un "candidato" a ser el Mesías, quien asumiría tamaña condición solo si se cumplen los requisitos necesarios. Dicho Mesías se contaría entre 36 hombres justos a los que se conoce como Tzadikim (los "justos en plenitud").
El Mesías y el ministerio de Jesús
Una pregunta formulada en Juan 4:29 (Juan 7:40-43) es la siguiente: "¿No será este el Cristo (Mesías)?" Es evidente que el tema de la identidad y la función del Mesías era algo sumamente debatido entre los judíos del primer siglo. En los Evangelios Sinópticos se observa que la manera en que actuaba y hablaba Jesús condujo naturalmente el diálogo que tuvo lugar en Cesarea de Filipo. Jesús les preguntó a los discipulos: ¿Quién decís que soy? (Marcos 8:29). Marcos dejó en claro que Jesús asumió una actitud especial de reserva y precaución en cuanto a este título dado que acarreaba connotaciones políticas, particularmente en el aspecto de la esperanza judEia que se describía en los Salmos de Salomón. Por esta razón, Jesús aceptó con mucha renuencia la confesión de Pedro ya que este discípulo inmediatamente objetó que el Mesías (Cristo) no podía sufrir (Marcos 9:32). Para Pedro, Cristo constituía un titulo correspondiente a un personaje glorioso en el aspecto nacionalista y a un triunfador en la batalla. Por el contrario, Jesús veía su destino como Hijo del Hombre y Siervo de Dios sufriente (Marcos 8:31-38; 9:31; 10:33,34). Por este motivo, no permitió que los demonios se dirigieran a Él como el Cristo (Lucas 4:41) y rechazó todos los privilegios y la majestad vinculados con el título judío.
Jesús desarrolló Su ministerio intentando alejar a los discípulos de la noción tradicional del Mesías guerrero. Más bien, procuró impregnar la mente de Sus seguidores con la perspetiva de que el sendero hacia Su gloria futura incluía atravesar la cruz acompañada del rechazo, el sufrimiento y la humillación. En el juicio ante la corte judía (Mateo 26:63-66) volvió a interpretar el concepto del título Mesías (Cristo), y en esa ocasión lo hizo empleando la figura del Hijo del hombre según se presenta en Daniel 7:13,14. Esa confesión confirmó Su condenación y fue a la cruz como un Mesías crucificado porque los líderes judíos no pudieron percibir la naturaleza mesiánica de la manera que Jesús lo hacía. Pilato lo sentenció tras acusarlos de ser un supuesto mesías que declaraba (según las acusaciones falsas que se presentaron contra Él) ser rival del César (Marcos 15:9; Lucas 23:2; Juan 19:14,15). Solo después de la resurección los discipulos pudieron entender en qué aspecto Jesús era verdaderamente un Mesías rey y cómo los había preparado mentalmente para que comprendieran lo que en verdad significaba ese concepto (Lucas 24:45,46). Así pues, el título nacional de "Mesías" adoptó una connotación más amplia al incluir la función de rey sobre todas las naciones (Lucas 24:46,47).
El título Mesías en la iglesia primitiva
A partir de la resurrección, los primeros predicadores anunciaron que Jesús era el Mesías por desginación divina (Hechos 2:36; Romanos 1:3,4). Razonoes apologéticas hacen necesario determinar parte de la razón de esta declaración directa. En la misión que la iglesia desempeñaba para con Israel debía demostrar que Jesús había cumplido las profecías del Antiguo Testamento y que había venido al mundo como el "Hijo de David", titulo que vinculaba estrechamente al Mesías como una persona de la realeza. El Evangelio de Mateo se ocupa especialmente de establecer esta identidad (Mateo 1:1), pero también es un tema común en Lucas (Lucas 1:32,69; 2:4,11; Hechos 2:29-36; 13:22,23). Pablo asimismo señalo que en Jesús se habían cumplido las esperanzas mesiánicas del antiguo pacto (1 Corintios 5:7,8). Además, Pedro procuró demostrar que los sufrimientos del Mesías habían sido predichos (1 Pedro 1:11,20; 2:21; 3:18; 4:1,13; 5:1). Lucas destacó la relación entre Jesús como el ungido por el Espiritu Santo (Lucas 4:16-22) según lo anticipado en Isaias 61:1, y registró la declaración de Pedro (Hechos 10:38) cuando dijo, "Dios ungió con el Espiritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret", lo que constituía el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. La carta a los Hebreos abunda en este tema (Hebreos 1:9; 2:2-4: 9:14,15).
La etapa final de desarrollo respecto al título "Mesías" se produce cuando Pablo emplea la palabra como un nombre de persona más que como de signación oficial (Romanos 9:5, "Cristo"). La razón de este cambio radica en la naturaleza intensamente personal de la fe de Pablo que se centra en Jesucristo como el Señor divino (Filipenses 1:21; Colosenses 3:4). Pablo también les enseño a quienes se habían convertido como resultado de su predicación, personas que en su mayoria habían dejado el paganismo para creer en Cristo, que Jesús era el Señor del universo cuya misión iba más alláde lo que pudiera abarcar la esperanza judía. En la enseñanza paulina, "Cristo" es un término mucho más rico de lo que se podría expresar con la palabra "Mesías", indicación de lo cual se observa en que los primeros seguidores del Mesías no se denominaron judíos convertidos sino "cristianos", personas de Cristo (Hechos 11:26; 1 Pedro 4:16); señal de su fe universal en un Señor soberano.
En la Biblia, la llegada del mesías de los judíos es profetizada por Yahveh a través de Miqueas en el Libro de Miqueas 5:2. Las diversas versiones lo refieren como rey, gobernante o Señor en Israel, sin dar nombre personal específico, aunque sí al lugar de nacimiento, Belén, la ciudad donde nació David. Miqueas fue contemporáneo del rey Oseas, último rey de Israel (2 Reyes 17) antes de que el imperio Asirio conquistara el reino y desapareciera en el año 722 a.C., suceso que fue profetizado también por Isaías (Libro de Isaías 7:17). Así mismo Isaías profetizó que una virgen daría a luz a un hijo, y su nombre no sería sino Emanuel que significa "Dios con nosotros" (Libro de Isaías 14:7).
Unos 7 siglos más tarde, Lucas en Lc 1:32.33 cuenta que el ángel Gabriel visita a una joven virgen de Nazaret y le dice que el Señor la cubrirá con su sombra y tendrá con ella un hijo al que llamará Jesús y a quien el Señor (Yahveh) dará el trono de David, que reinará sobre la casa de Jacob, Israel, y que su reino no tendrá fin. También Mateo narra en Mt 1:18-25 que José recibe en sueños la visita de un ángel que le anuncia que el hijo que su esposa María ha concebido viene del Espíritu Santo y que ha de llamarle Jesús, y en Mt 1:22-23 menciona que todo eso sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho a través del profeta y cita la profecía de Isaías. Jesús nació en Belén, tal como rezaba la profecía de Miqueas, aldea a donde hubo de trasladarse José obligado por un decreto imperial de empadronamiento.
Mateo sitúa a unos magos procedentes de oriente (región entonces ocupada por el Imperio Parto) que se presentan en Jerusalén preguntando por el lugar de nacimiento del que ellos creían que era el "rey de los judíos" y del que la profecía de Miqueas decía que nacería en Belén. Mateo cuenta que el entonces rey de Judea, Herodes, consulta a los sumos sacerdotes, los cuales le citan la profecía de Miqueas y le confirman que nacería en Belén de Judá (Mateo 2:1-6).
Jesús murió sin ser instituido rey de Israel y por ello los judíos lo descartaron como el mesías del judaísmo, y el reino de Israel no volvió a instaurarse, si bien los judíos sí lograron independizarse políticamente como Estado en 1948.
El Mesias y el Concepto Judio
El concepto judío del Mesías es aquél que está claramente explicado por los profetas de la Biblia según los judíos. Él es un líder de los judíos, fuerte en sabiduría, poder y espíritu. Él es el que va a traer completa redención espiritual y física al pueblo judío. Junto con esto, traerá paz eterna, amor, prosperidad y perfección moral al mundo entero.
El Mesías judío es realmente un ser humano en origen. Él nace de padres humanos ordinarios y es de carne y hueso como todos los mortales. Como lo describe el Profeta (Isaías 11:2), el Mesías está "lleno de sabiduría y entendimiento, consejo y poder, conocimiento y temor de Dios". Tiene un sentimiento especial por la justicia, o como el Talmud lo expone (Sanhedrín 93b), "huele y juzga". Puede virtualmente percibir la inocencia o culpabilidad de un hombre.
El Profeta (Isaías 11:4) sostiene además que el Mesías "herirá al tirano con la vara de su boca y matará al malvado con el aliento de sus labios". La maldad y la tiranía no podrán levantarse delante del Mesías. No obstante, el Mesías sobre todo es un rey de paz. Nuestros Sabios por lo tanto, nos enseñan (Derej Eretz Zuta:1): "Cuando el Mesías sea revelado a Israel, abrirá su boca solamente para la paz. Así está escrito (Isaías 52:7): ´Qué hermosos, sobre las montañas, son los pies del mensajero que anuncia la paz´".
La primera tarea del Mesías es redimir a Israel del exilio y de la servidumbre. Al hacer esto, también va a redimir al mundo entero de la maldad. La opresión, el sufrimiento, la guerra y todas las formas de ateísmo serán abolidas. La humanidad será de esta forma perfeccionada, y los pecados del hombre contra Dios, así como sus transgresiones en contra del prójimo, serán eliminadas. Todas las formas de guerra y antagonismo entre las naciones desaparecerán también en la Era Mesiánica.
Lo más importante, el Mesías judío hará retornar todas las personas a Dios. Esto se expresa más claramente en el rezo de Alenu Leshabeaj, que concluye los tres servicios diarios:
"Que el mundo sea perfeccionado bajo el reinado del Todopoderoso. Que todos los hombres invoquen Tu Nombre y que todos los malvados de la tierra se tornen a Ti. Que sepan todos los habitantes de la tierra que toda rodilla debe postrarse ante Ti… y que todos acepten el yugo de Tu reino".
Encontramos un pensamiento muy similar en la Amidá del día de Yom Kipur en la cual rezamos: "Que todas las criaturas se inclinen ante Ti. Que formen una hueste para hacer Tu voluntad con corazón perfecto".
El Mesías judío tendrá de este modo, la tarea de perfeccionar el mundo. Va a redimir al hombre de la servidumbre, de la opresión y de su propia maldad. Habrá gran prosperidad material en el mundo, y el hombre será restablecido a una existencia semejante al Edén (Paraíso), donde podrá disfrutar de los frutos de la tierra sin trabajar.
En la Era Mesiánica, el pueblo judío habitará libremente en su tierra, Habrá una "reunión de los exilios", cuando todos los judíos regresen a Israel. Esto eventualmente traerá a todas las naciones a reconocer al Dios de Israel y a aceptar la verdad de Sus enseñanzas. El Mesías será no sólo rey sobre Israel, sino en cierto sentido, soberano sobre todas las naciones.
Finalmente, la redención viene sólo de Dios y el Mesías sólo es un instrumento en Sus manos. Es un ser humano de carne y hueso como todos los mortales. Sin embargo, él es el ser más refinado de la raza humana y, como tal, debe coronarse con las más altas virtudes que un mortal puede alcanzar. Aun cuando el Mesías puede alcanzar el cenit de la perfección humana, sigue siendo un ser humano. El reinado del Mesías judío, definitivamente es "de este mundo".
El judaísmo es una religión basada en un pueblo servidor de Dios. Es a partir del judío, que las enseñanzas de Dios emanan a toda la humanidad. La redención de Israel debe por lo tanto, preceder a la del resto de la humanidad. Antes que Dios redima al mundo, Él debe redimir a Su pueblo oprimido, sufrido, exiliado y perseguido, regresándolo a su propia tierra y restituyéndole su posición.
La promesa final, no obstante, no está limitada sólo a Israel. La redención del judío está estrechamente unida a la emancipación de toda la humanidad, así como a la destrucción del mal y la tiranía. Es el primer paso del regreso del hombre a Dios, en donde toda la humanidad estará unida "en un solo grupo" para realizar el propósito de Dios. Éste es el "Reino del Todopoderoso" en la Era Mesiánica.
A pesar de que el Mesías puede ocupar un lugar central en este "Reino de los Cielos", él no es la figura principal. Esta posición solamente puede pertenecer a Dios Mismo. Éste es, en breve, el concepto del Mesías judío.
Ahora despues de habler explicado el concepto de el Mesías y por que los judíos no aceptaron a Jesús como el Mesías y cual es su concepto actual sobre el Mesías podemos entender más claro porque ellos aceptarán al Anticristo como el Mesías con tanta facilidad. Algo que el mismo Jesús predijo Juan 5:43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. Tristemente se darán cuenta que el Anticristo no es el verdadero Mesías cuando este mismo profane el Tercer Templo de Jerusalén.
La última semana de las 70 semanas proféticas de Daniel iba a caracterizar por un pacto que se hace con un príncipe futuro relacionado con el pueblo que destruyó la ciudad. Como el pueblo que destruyó la ciudad fue el pueblo romano, «el príncipe que ha de venir» será precisamente un gobernador del imperio romano resucitado. (Daniel 9:26 y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.) Muchos intérpretes miran esto como un suceso aún futuro que ocurrirá después que la iglesia haya sido arrebatada.
El príncipe que hará el pacto con Israel es el anticristo, pero no se habrá revelado en ese momento. 2 Tesalonicenses 2:3-11, “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira.”
1 Juan 2:18 Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.
Es evidente que el anticristo negociara un tratado de paz entre Israel y sus enemigos en cuanto a un litigio de Tierra (Daniel 11:39) Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra).
A mediados de los 7 años (después de tres años y medio), el príncipe (el anticristo) quebrantará su pacto con Israel, se declarara Dios, se apoderará del Templo de Jerusalén, prohibirá la adoración del Señor (2 Tesalonicenses 2:4) y devastará palestina. Reinará durante 3 Años y medio (Apocalipsis 11:1-2 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses. Apocalipsis 13:4-6 y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo).